A la mujer travesti a quien vi en la Av. Independencia
No sé cómo dirigirme a ti. No sé siquiera si es políticamente correcto
llamarte “mujer travesti” o si lo más conveniente es decir “travesti”… o alguna
otra cosa. De todos modos, quería escribirte, porque verte hace unas horas me impactó profundamente.
Te pasé por el lado en la Independencia y mis ojos se fijaron en ti. Vi tu
frente altiva, tu fiera mirada y tu paso firme que hacía mover tu rubia y larga
cabellera. Todo en ti llamó mi atención. Aunque simplemente cruzamos en la
calle, esa visión de tres segundos se ha extendido en mi mente hasta este
momento y no creo que te olvide.
“¡Ah, pero ese es un hombre!”, dijo uno de los clientes de la licorería de la esquina. “¡Mírala,
mírala!”, cuchichearon entre risas dos niñas en edad de escuela primaria. La
realidad es que aun fuera como shock, todos, todos los que te visualizaron se
quedaron impregnados de tu presencia mucho más allá de lo que habrían
planificado hacerlo. Yo entre ellos.
Aunque tus ojos me pasaron por encima un segundo, estoy segura de que no me
viste. Yo, sin embargo, te recuerdo con vehemencia. Tu recuerdo está en mi
memoria como el de una persona valiente e intrépida. Absorta, vi cómo
continuabas tu camino, ignorando sus burlas con la fiereza de quien se sabe dueño de sí mismo.
Contemplé desde mi esquina cómo no te abatiste, te volteaste ¡y ni siquiera te
inmutaste!, ante los alaridos de otros que evidentemente se creían mejores que
tú, tirando piedras sin estar libres de pecado.
Tres segundos me bastaron para llenarme de admiración ante una persona
extraña. Alguien a quien no había visto me hizo sentir respeto, sólo por
visualizar un uno por ciento de su día. Quería decirte que estaba emocionada y
conmovida por tu actitud, pero la torpeza de la impresión no me dejó hacerlo.
Mi alma saltó a tu visión. Mis ojos gritaron velados mientras el nudo de mi
estómago subía hasta mi garganta. Parecías sacada de la fantástica vida de Eva
Luna… Mimí, quizás. Y cuando atiné a voltear para verte, para a hablarte, ya
habías desaparecido. Tu vientre y torso descubiertos, tu top rosado y tu falda
negra, se diluyeron entre la multitud cual espejismo. No pude hablarte y ni
siquiera verte una segunda vez.
Si la vida fuera justa, confiaría en que esta carta se haría viral entre
las veloces redes sociales y más temprano que tarde, llegaría hasta tus
vivos ojos. Pero aunque la vida no es justa, (bien lo decía Yayo) yo creo en
los milagros. Y en virtud de alguno, espero que un día te enteres de cómo me
has impresionado sin siquiera hablarme.
Y es que entre todo, lo más importante que quiero decirte es que ahí, en
ese momentito, te amé profundamente. Como mujer cristiana que soy, creo con
firmeza eso que dice la Biblia de que “el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones” (Romanos 5.5). En ese amor, ancho y profundo como el mar, espero
que tu alma encuentre sosiego.
Espero que quienes conozcan a Cristo a tu alrededor, puedan ser testigos y
fuentes de Su amor. Y espero que algún día no muy lejano, puedas encontrar en
este mundo más abrazos y menos odio; más puentes y menos murallas. Espero
que en ese, Su amor, encuentres
salvación, vida y paz. Que como Zaqueo, María Magdalena y la mujer adúltera,
que también fueron despreciados y rechazados por su sociedad, tú logres acercarte
a Él y experimentar el amor de Cristo, que cambia vidas.
Espero alguna vez reencontrarte para decirte estas cosas, pero si no lo
hago, espero que alguien más, que alguna persona por ahí pueda leer esta nota y que al hacerlo, se sepa amada.
Aunque no sé tu nombre, quiero decirte que fue una bendición verte. Y te
digo también que te admiro, te respeto y te abrazo.
Que Dios te bendiga inmensamente,
Ansel.
Bravo!!!! Excelente artículo. Más amor, menos odio. Más tolerancia, aceptación y cariño para transformar el mundo en un mejor.
ResponderEliminarEsa es la idea: construir puentes.
Eliminar¡Un gran abrazo!
A
Escrito desde el corazón, sin tecnicismos (no son necesarios) con una mirada muy humana, respetando la dignidad de esa valiente mujer que rompe paradigmas. Un gran abrazo Ansel!
ResponderEliminar¡Otro para ti!
EliminarMuchas gracias por tu amor.
Cuando la sensatez, el simple sentido común se imponen ante la religiosidad ciega y arrogante; se puede entonces creer y hasta soñar otra vez. Cuando es posible ser justo pero siendo noble, hay una razón para dejarse sorprender por la alegría. Me ha encantado tu entrada, me hace ilusión darme cuenta que las personas aunque distantes o distintas nos puede invadir el mismo amor. Y saber, al menos, que no todo está perdido.
ResponderEliminarSomos más, aunque hacemos menos ruido.
EliminarA
Excelente articulo, demuestra que Nuestra Nacion en mas inteligente a la igualdad y que debemos enfocarnos en lo que nos hace semejantes y no las diferencias
ResponderEliminarGracias, Guillermo. Un abrazo y que Dios te bendiga mucho, mucho.
EliminarA
Tremendo Ansel, simplemente tremendo.
ResponderEliminarEmil Lithgow. ;)
¡Gracias, Emil! Ahí me enseñó kiko esta mañana que lo había compartido doña Larissa. Qué dicha.
EliminarSimplemente grandioso articulo! Si fueramos mas como tu, y entendieramos que a pesar de cualquier diferencia posible primero somos humanos, seriamos mas felices... Este mensaje me calento el corazon y me alegro la mañana. GRACIAS!!!
ResponderEliminarHector De Leon
¡Gracias a ti, Héctor, por leerlo y por este comentario tan amable y tan lleno de amor! Un gran abrazo. :)
ResponderEliminarExcelente Artículo! Aunque no te conozco, al leerlo pude ver en ti un alma noble y bondadosa. Tus palabras me erizaron la piel porque en realidad pude sentir ese amor que narras en ésta crónica. Ojalá y todos pudiéramos actuar así y lanzar amor, en lugar de piedras.
ResponderEliminarMuchas gacias, Teiny. Verdaderamente, "el amor de Dios ha sidoerradp en nuestros corazones". Me llena de alegría el que tú también hayas podido sentirlo. Un abrazo. 💜
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