Pensar sin cajas, parte 1: Mi amiga Julia

Mi amiga Julia* tiene casi mi misma edad. Es joven, blanca, cristiana, heterosexual, está casada y como si fuera poco, es estadounidense; por todo esto, cuenta con cierta libertad para expresar sus opiniones.
Julia, a pesar de su privilegio, no siempre dice "lo que se espera" de una jovencita cristiana de su clase y que por demás, es hija de pastores. Ella piensa por sí misma y muchas veces comparte esos pensamientos en su blog o en su cuenta de Facebook.

Fuente de la imagen: http://www.keypersonofinfluence.com/how-can-we-think-outside-the-box-from-inside-the-box/
La semana pasada, mientras perdía mi tiempo en esa misma red social, me sorprendió un estatus de mi amiga. En él, Julia decía que a partir de ese momento y hasta pasadas las elecciones de su país, no opinaría más de política, ni compartiría en su cuenta publicaciones, imágenes ni noticias partidistas.
Explicaba que a pesar de tener una posición política definida, "el aspecto relacional" de Facebook era demasiado para ella. Relató cómo hería su corazón cada vez que una amistad era definida por opiniones de unos y otros y que por demás, muchos de sus amigos, sólo le escribían para compartir sus impresiones negativas. Decía también que aunque normalmente está en disposición de aprender y debatir, en este momento de la vida, elegía su paz.
Y realmente, aunque ha cuatro meses pasaron las elecciones dominicanas, sentí que Julia escribía en mi nombre. Y es que a pesar de que me considero súper ecléctica, yo, al igual que ella, me he sentido abrumada.
Debo aclarar que afortunadamente, tengo muchos amigos, virtuales y reales, que me aman y me aceptan. Por ellos estoy inmensamente agradecida y no puedo explicar lo bendecida que me sé de contar con gente que esté o no de acuerdo conmigo, decidió amarme por quien soy.
Pero por otro lado, están esos que menciona Julia, que vez tras vez, lastiman mi corazón. Desde rebelde odia-hombres, hasta evangélica cerebro-lavado, he oído y leído casi de todo respecto a mi persona. Y casi todos se equivocan.
Pero a algunos amigos, (y a otros que sin serlo tanto, igual comentan) parece no importarles conocerme más, ni mejor. Aparente y tristemente, resulta más interesante opinar llevando la contraria que intentar entender lo que está en mi corazón.
Y aunque casi siempre escribo en español, parece que mi mensaje se pierde en la traducción. Muchas ideas, que en principio parecen buenas o al menos, inocuas, terminan incomprendidas, porque de repente el problema es que yo no quiera usar maquillaje.
Y a la verdad, es duro. Porque nadie imagina las veces que oré por sabiduría al ver el nombre de un(a) comentarista, sabiendo con certeza que mi post, de repente, se volvería un ring de boxeo. Es también duro saber que una no encaja, porque expresar una opinión, significa perder tres amigos. Pero es más duro aún, saber que vivo en un mundo tan intolerante.
Un mundo en que tus propios amigos creen que las palabras, si son escritas por Facebook, no duelen igualito. Un mundo en que la gente no quiere conversar ni debatir, sino sencillamente, tener la razón. Un mundo que cree que expresar tus pensamientos te hace inmune a la crítica y que a ti, por "bocona", no te duele como a ellos cuando te critican, o cuando en tus propias publicaciones, a la vista de tus mil amigos, tus otros "amigos" te insultan.
Uno que te "hala las orejas" en privado, porque es sencillamente inaceptable que pienses y te expreses así. Uno en que meses después, a alguien en un cumpleaños se le ocurre volver con el tema y señalar, esta vez en persona, lo loca que estás.
Muchas veces, como Julia, prefiero quedarme callada. Muchísimas más, he pensado en no volver a escribir jamás, porque sale demasiado caro.
Pero al final, siempre me ganan las ganas. Porque al final, le tengo más miedo a la auto-censura que a los "amigos" mordaces. Y una vez más, tecleo a ciegas, esperando que por una vez, lo que escribo caiga en buena tierra.

*nombre ficticio

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