Prometo quererte... hasta que la muerte nos separe.

[Por razones técnicas, la entrada de los martes se atrasó esta semana. Aquí va hoy, viernes, una de un tema totalmente distinto al que pensaba publicar. ¡Tan espontáneas las musas!]

Quienes me conocen un poco más de cerca, saben que siempre tengo las preguntas más raras. En medio de cualquier conversación, me surgen inquietudes inesperadas sobre un tema totalmente aleatorio y puedo durar laaargas horas meditando acerca de interrogantes que probablemente ni tengan respuesta.

Ahorita, mientras preparaba una maleta, pensaba en la boda de un amigo, luego en contratos, una cosa llevó a otra y me puse a reflexionar acerca de los votos. Sí, los votos... esos que en las bodas, los esposos se dan el uno al otro, en los cuales se prometen amor, respeto y fidelidad.


Investigando un poquito acerca de esta costumbre para saciar mi curiosidad, encontré que en 1549, a través del libro "La oración común", se introdujeron los votos como parte de la ceremonia de bodas. Antes de ello, los padres de los novios se reunían para dilucidar bajo cuáles condiciones sus familias se unirían, mediante el matrimonio de sus hijos. Cuadraban el asunto de la dote y los regalos que se hacían en intercambio y estos eran los "votos". Sin embargo, para las familias pobres, el mismo sacerdote que les casaba, les hacía comprometerse con la fórmula que ya conocemos, "hasta que la muerte los separe". Luego, por medio del libro mencionado más arriba, se popularizó este parrafito y la costumbre nos ha sido traspasada.

Actualmente, estos pactos son ya parte de la tradición ceremonial. Como en nuestra cultura occidental contemporánea, no son los padres, sino los novios que deciden casarse, ellos mismos ofrecen sus promesas de matrimonio. Esto se hace, sea repitiendo las frases ya conocidas o comprometiéndose a algo nuevo, como en la boda de mis primos Mariele y Leo, que él se comprometió a trabajar duro para comprarle a ella Louboutins. ♥

De todos modos, y quizás porque fui a la escuela de Derecho, el asunto de los votos me hizo algo de ruido mental. Y es que por regla general, en un contrato bilateral (a menos que sea de adhesión, como los de la luz y el cable) las partes se reúnen antes de la fecha de firma, para evaluar los términos y condiciones bajo los cuales se comprometen. Cada parte pide, ofrece, quita aquí y agrega allá, para llegar finalmente a la versión que ambas estiman conveniente.

En las bodas, sin embargo, no sucede así. Muy por el contrario, es tradición que cada uno de los novios mantenga en secreto aquello que prometerá. Sólo el GRAN día, cuando ya la firma es casi inminente y delante de una "gran nube de testigos", es que los votos se revelan y una parte se entera de qué es lo que aceptará de su contraparte.

Yendo un poquito más allá, (ya lo dije, hago mil preguntas y puedo durar horas en eso) pensé en que normalmente, esto pasa también en muchas relaciones de pareja. De cierto modo, cada quién se compromete con la otra persona, aceptando de antemano lo que [se irá enterando de que] el otro le va a dar.

Si bien suena muy romántico eso de andar lanzándose por la vida a ciegas y sin paracaídas, simplemente no es mi estilo. En mi opinión, las relaciones, tanto antes como durante el proceso, deben discutirse. Ambas partes deben ponerse de acuerdo, aclarar sus expectativas, decir claramente aquello a lo que están y no dispuestos y negociar tanto como les sea posible.

Siempre recuerdo que cuenta mi amiga Eva, que antes de casarse, le dijo a su entonces novio que ni cocinaba ni le interesaba hacerlo. ¡Y me parece buenísimo! Siento que si no sabemos estas cosas de antemano, la otra persona y yo podremos crearnos falsas expectativas el uno respecto al otro y sobre la relación, lo cual es peligrosísimo.

Obviamente, no veo todo claro ni tengo todas las respuestas sobre este tema: hace menos de una hora que estoy pensando en él. Pero por lo pronto, tomé una decisión: cuando me case, quiero hacer mis propios votos. No quiero asumir nada, sino que espero trabajar para a grosso modo y a mi [nuestra] medida, sentar las bases de lo que quiero construir. 

Reflexionaré sobre qué estoy dispuesta a dar, en cuáles cosas cederé y en cuáles me comprometo a trabajar, para que la relación mejore cada día. Se me ocurre que de la persona que será mi esposo, requeriré exactamente lo mismo.

Pero quiero también que trabajemos los votos en conjunto y que los mismos sean dinámicos. Quiero que con el fuir de la vida y el caminar juntos, nos comprometamos (quizás también por escrito) a otras cosas que vayamos descubriendo como importantes. Espero que ese discurso, sea el resultado de un compromiso real, consensuado y realizado con la cabeza fría. Me interesa saber de antemano, cuáles son los términos del contrato y pretendo estar abierta a la negociación, de manera tal que ganemos todos. Entonces, cuando llegue el día de la boda, me comprometeré frente a nuestros testigos, a aquello que ya de antemano habíamos acordado

¿Y ustedes qué piensan? ¿Encuentran más romántica la sorpresa de los votos o como yo (hasta ahora) prefieren aclararlo antes?

Por fa, díganme en los comentarios, porque como comprenderán, esta publicación es más de preguntas que de respuestas, je.

A

Comentarios

  1. Pues yo creo que una relación, lo suficientemente madura y sólida para llegar al altar, ha tenido la oportunidad de discutir estas cosas. Es sano expresar aquello que esperamos recibir, lo que estamos dispuestxs a dar, hacer y tolerar. Ese día simplemente se enlistan de una forma romántica y como un lindo recordatorio esas promesas, o mejor dicho, ese ejercicio diario.

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  2. Concuerdo con tu exposición. De qué manera puedo cumplir mi contraprestación sin conocer a lo que se ha obligado mi pareja previamente y viceversa? el consentimiento estaría viciado. Aunque esté involucrado el amor, se trata de un compromiso muy importante, por lo que el romanticismo debe dejarse para la recepción, la luna de miel y demás, eso de los votos es parte misma del contrato, por lo que entiendo que debe ser consensuado y que cada parte conozca sus obligaciones y las de su contraparte, y así no se alegue ignorancia. Más en estos tiempos en que el divorcio es tan frecuente, lo que no es más que el resultado del aligeramiento de los compromisos matrimoniales, que muchas veces se basan en superficialidades y no en la realidad de que con esa persona y sus defectos y virtudes tendrás que compartir tus días.

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  3. Totalmente de acuerdo contigo, eso es madurez. Además, la gente cambia con los años y las renovaciones de votos son saludables, con o sin ceremonia, públicamente o sólo en privado. Una de las cosas que hacen las relaciones es el compromiso.

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