Retando el discurso: el “cuco” de la modestia


Siendo evangélica y habiendo ido toda mi vida a una iglesia, tengo años de campamentos y de encuentros, de prédicas y retiros, donde se habla de la modestia. Las faldas por a las rodillas, las blusas sin escotes, los pantalones que no aprieten y el torso siempre cubierto, son los sellos de mi armario. Así que esto no es personal. No obstante, siempre me ha causado ruido el tema de la modestia. Aparte del mal uso del término y mi obsesión con el idioma, el discurso de la modestia siempre me ha parecido mal enfocado.

Así que aquí comparto Diez de razones por las cuales nuestro abordaje de la modestia puede hacer más mal que bien.

1.   El discurso actual de la modestia tergiversa el sentido de la Escritura
El noventa por ciento de las prédicas sobre modestia está basado en I Timoteo 2:9. Aunque disto mucho de ser teóloga,  viendo el texto y de su contexto en varias traducciones, nos da una idea de lo que confrontaba Pablo. Contrario a la creencia, la lectura en ningún momento habla de chicas que se visten “para hacer caer al hermano”. La preocupación del Apóstol era que las mujeres no fueran vanidosas, adornándose con cosas externas, sino que se decoraran con las buenas obras de su fe.
Es importante observar que el Apóstol Pablo tampoco prohíbe los adornos, sino que enfoca su consejo en que ninguna de nosotras ponga su valor en lo material. Enseña así que lo más importante no son las joyas, el carro del año, el iPhone X y las marcas, sino el hacer bien a otros. En nuestra era, esta enseñanza debe ser aplicada a los hombres, tanto como a las mujeres.

2.   El discurso actual de la modestia construye desde las falencias y no desde la potencialidad e identidad.
Casi en todas las ocasiones que he escuchado hablar sobre el pudor y la modestia, se instruye en modo negativo. Se prohíbe, se limita y se castiga, a partir de quiénes no debemos ser. Pero se ignora totalmente quiénes somos en Cristo. Dejamos de mencionar que cada una de nosotras es importante y valiosa; que sin importar lo que se ve por fuera, “somos hechura suya”. Al dejar esto de lado, el discurso de la modestia, se vuelve otro cacareo vacío de prohibiciones, que nos hace pasar por mil campamentos, retiros y encuentros, con hay charlas, prédicas y desfiles sobre la modestia que no cambian el corazón, sino que esconden sus intenciones, por miedo.
En su primera carta, Juan explica que “el que teme, espera castigo” (1 Juan 4:18). Este versículo me lleva a preguntarme, ¿qué tantas veces, qué tantas de nosotras nos hemos cambiado el atuendo por miedo a ser reprendidas, y no por un cambio en nuestros corazones? ¿Qué tantas veces nos hemos engañado a nosotras mismas, por “no querer ser”, en lugar de abrazarnos y honrarnos, por quienes sí somos? Y en este mismo sentido… 
3.   El discurso actual de la modestia es proclamado desde el miedo y no desde el amor.
En consonancia con lo anterior, en esta misma epístola, Juan explica que donde hay amor, no hay temor. Por tanto, si la motivación principal para vivir y vestir de manera decorosa es el temor por no hacer pecar al hermano, entonces, el centro de esa decisión no es el amor de Cristo y hacia Él.
Pero más aún, cuando nosotras aconsejamos a otras mujeres respecto a su vestimenta, muchas veces lo hacemos por temor de que nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros novios, no sean capaces de ver a alguien atractiva sin pecar. El problema con esto, es que los estímulos visuales no se encuentran en ambientes restringidos como las iglesias, sino que están por todos lados. Así que si no les enseñamos a ellos a amar y a respetar a sus hermanas y a tomar decisiones sabias, estamos dando espacio al enemigo. Recordemos que Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio.
4.   El discurso actual de la modestia viene cargado de culpas.
La manera en que estamos usando la Palabra de Dios para señalar, es dañina para las chicas, porque construye un ambiente hostil y cargado de culpa. Este tipo de discurso nos hace pensar que aun siendo redimidas, somos criaturas inherentemente malas y que deben ser “alejadas” de los “débiles” varones. Porque estos, nuestros hermanos, no cuentan con la ayuda del Espíritu Santo, sino que cuentan solamente con las decisiones de las hermanas, para mantenerse libres de pecado.
Más aun, este tipo de mentalidad hace que las chicas nos sintamos culpables cuando recibimos avances sexuales inapropiados o indeseados. Nos preguntamos que qué hicimos, que si fue la vestimenta, que si hablamos demás y que cómo “provocamos” en el sexo opuesto una reacción que muchas veces, estuvo fuera de nuestro control. De tanto dar la gota en la piedra, llega un punto en que de verdad nos creemos que sus malos deseos, sus impulsos pecaminosos y sus errores, son responsabilidad de nosotras.

5.   El discurso actual de la modestia trae vergüenza respecto al cuerpo y la sexualidad.
En el libro de Génesis, relata que Dios creó a la mujer, la hizo a Su Imagen y conforme a Su Semejanza. Sin embargo, el abordaje que hacemos al tema del pudor, nos lleva a pensar que el cuerpo femenino, no es el precioso vaso que contiene el alma: tesoro del aliento de su Creador.
En Génesis también, se relata cómo Adán se regocijó al ver por primera vez a Eva, sintiendo hacia ella una atracción natural y creada por Dios, que también es buena y en gran manera. Nuestro discurso actual respecto a la modestia, pisotea el diseño perfecto de Dios, y cosifica el cuerpo femenino, figurándolo como un arma de seducción malévola.

Pero en primer lugar, el cuerpo femenino es mucho más que sexo. Con su cuerpo, una mujer virtuosa “ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos”. Y esa misma mujer, con ese mismo cuerpo, “alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso. Ese cuerpo, vasija del Espíritu de Dios, es también un medio de transporte. Es capaz de contener vida y de traerla al mundo.
Y en segundo orden, no es menos importante el hecho de que las mujeres, al igual que los hombres, somos seres sexuales. Por tanto, es normal que ante la visión femenina, los hombres se sientan atraídos. Y esa atracción física, (que puede darse aún por encima del atuendo más cubierto) fue creada por Dios, y es buena, en gran manera. Lo cual me lleva al próximo punto…

6.   El discurso actual de la modestia también es dañino para los varones.
El segundo pasaje más usado en las prédicas sobre la modestia, es aquel en que Jesús habla de “quienes hiciere[n] tropezar” a otros. Y con muy buenas intenciones, a las chicas cristianas se nos pide no ser “piedra de tropiezo” con nuestra vestimenta. Sin embargo, a quienes exponen muchas veces se les olvida el contexto de lo dicho por Jesús. Y es que si continuamos con la lectura, en Marcos y en Mateo, Jesús instruye a quienes tropiezan, diciendo que “Si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo”.
No obstante, hemos fortalecido el discurso de la modestia, usando un acercamiento que es tóxico para nuestros varones, porque cada vez que ponemos en otra persona la carga por nuestras acciones, desviamos su responsabilidad. Ignorando lo dicho por Cristo, nosotros construimos una cultura violenta, los hombres son capaces de cualquier cosa, frente a la idea de una mujer “provocadoras”. Sin querer, nos hacemos eco de una cultura de violación en que “ella se lo buscó”, parece ser un argumento suficiente, ignorando  que conforme a la Palabra, “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.”.
La atracción física a la que se refieren este punto y el 4, es perfectamente normal y está en el diseño de Dios. Pero las decisiones de qué se hace luego de la atracción, corresponden a cada quién y pueden ser pecaminosas… ¡o no serlo!

7.   El discurso actual de la modestia sólo se enfoca en la vestimenta femenina.
En los más de doce años que duré en grupos de jóvenes, siempre que se hablaba de modestia, se refería a faldas muy cortas, blusas transparentes o camisetas de tiritos. Sin embargo, si este tema fuera tan blanco y negro como a veces parece, no sería razonable que estemos ignorando al sesenta por ciento de la población de las iglesias: las mujeres. Aunque como dije en el punto anterior cada quién es responsable de sí mismo, nuestro acercamiento sesgado al tema de la modestia ignora el doble rol que todos jugamos el baile de la atracción: atrayente y atraído.
Nuestras prédicas, que se enfocan en los cuellos, los botones y los ruedos femeninos, en ningún momento se refieren a los hombres un a sus torsos descubiertos en las piscinas. Esto construye una visión que normaliza la desnudez masculina, mientras que se abochorna porque una mujer amamanta en público.

8.   El discurso actual de la modestia impone reglas arbitrarias.
Tener reglas claras es algo bueno. En Derecho genera lo que se llama “seguridad jurídica”: cada quién sabe klk. Sin embargo, las reglas de la modestia no siempre son tan claras como pudiera parecer. Hay teorías que se siguen y que son muy esparcidas. Sin embargo, medir los shorts con tus extremidades no es útil para quien como mi prima, tiene brazos muy cortos.
Al mismo tiempo, estas “normas” no son universales. Mientras una mujer de Marruecos, aunque muera del calor nunca revelará sus tobillos, entre las urarinas, es normal andar con el torso al descubierto. Los códigos de vestimenta, lo “apropiado” y lo “prudente” son constructos sociales que varían de un país a otro. Incluso, dentro de un mismo país, lo que es aceptado se transforma a través de los años y cambia entre un espacio y otro (la playa y la oficina, por ejemplo, tienen códigos distintos). Por tanto, las reglas de la modestia pueden servir como guías para buscar vestimenta, pero no son Palabra de Dios.

9.   El discurso actual de la modestia nos da un free pass para juzgar… y chismear.
Cientos. Cientos de veces he oído a hermanas y amigas, opinar, con cierto aire de superioridad moral que “la falda de fulanita está muy corta”. Yo mismísima he chismeado con otras amigas, acerca de la ropa de menganita o la foto del Facebook de zutana. Pero ninguna de nosotras, ha sido instituida por Dios como la fiscal del escote. Y el sentir que todas podemos opinar sobre la vestimenta de alguien con una tercera, es el llamado de nuestra propia concupiscencia, al que cedemos con mucha alegría, hasta pecar de soberbias, chismosas y altivas (de esos a quienes el señor mira de lejos).
10.  El discurso actual de la modestia puede ser contraproducente.
La idea con al predicar del pudor, es cambiar lo de adentro, y no lo de afuera. Como mismo decía Pablo en el versículo de la modestia, el adorno más importante, es el que está por dentro. Sin embargo, con el discurso actual sobre la modestia, lo que hacemos muchas veces es “blanquear sepulcros”. No cambiamos lo que está adentro, sino que a las mismas intenciones del corazón, les ponemos mangas largas. Además, si decimos a las chicas que no se vistan de tal o cual manera, “para no atraer a los chicos”, básicamente estamos diciendo que “Si te vistes de esa manera, les atraerás”.
Igualmente, eso de que “A las mujeres que enseñan mucho no las toman en serio”, es una afirmación machista e irresponsable, que admite como correcto el valorar a las mujeres según nuestra apariencia exterior.
Pero como decía más arriba, los discursos enlatados no cambian el alma. Lo más que logramos es “aceptar” a otras y “encajar” nosotras. Barriendo bajo la alfombra los problemas reales, acallamos nuestra conciencia con las buenas apariencias, pero no nos invertimos en trabajar el interior.
El reto verdadero está en enseñar poner espejos al alma, y en enseñar a los varones que el valor de una muchacha no lo determina su ropa.


No sugiero sacar el pudor de nuestras conversaciones, sino que al contrario, busquemos maneras más saludables y efectivas para hacerlo relevante. Que enseñemos modestia sin traer culpa y vergüenza. Que enseñemos que la atracción sexual no es pecado: que fue creada por Dios y que es responsabilidad de cada uno lo que hace después de sentirse atraído. Propongo también que cuando veamos a alguien con una ropa X, pidamos al Señor sabiduría, para identificar de dónde vienen nuestros sentimientos (si son de envidia, de control, o temor). Y que luego, sólo si hallamos el amor en nuestro corazón, Le pidamos a Él nos guíe para hablar con la persona y traer sanidad, en lugar de culpa; amor, en lugar de vergüenza.
Finalmente, me permito recordar lo que dijo el miso Apóstol Pablo en su carta a los Romanos (traducción The Message):
Crear leyes en contra del pecado, lo único que logró fue producir más quebrantadores de la ley. Pero el pecado no tenía, ni tiene oportunidad de competir con el perdón agresivo al que llamamos gracia. Cuando se enfrentan pecado y gracia, la gracia gana sin forzar. Lo único que puede hacer el pecado, es amenazarnos con la muerte, y ahí acabó todo. Porque la gracia, por la cual Dios nos hizo justos a través del Mesías, nos invita a la vida - a una vida eterna, que jamás tendrá fin.” Romanos 5: 20-21.

Comentarios

  1. No sé porqué, pero no pude ver la razón No. 8 ni siguientes. Me parecen muy buenas razones. Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares